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Eduardo Farré, el argentino más longevo en competir en Juegos Olímpicos

Eduardo Farré es sampedrino y el argentino más longevo en competir en un juego olímpico cuando en Sídney 2000, con 57 años, representó al país en la clase star de yachting junto a Mariano Lucca (fueron 16°) y estableció la marca que todavía sigue vigente y La Opinión confirmó con el Comité Olímpico Argentino (COA). Ese récord lo tendrá al menos hasta 2021 cuando Santiago Lange lo supere en Tokio 2021 con 59.

A los 77 años, quien se fue de la ciudad a Olivos cuando tenía apenas 18 recordó su trayectoria en una entrevista telefónica que brindó a este medio y no pasó por alto su participación en Australia. También, habló de cuando en 1991 sufrió una afección que casi le costó la vida y sus principios en la vela en el Náutico cuando su papá lo llevaba a navegar en los famosos paulinos de Paulino Fasce.

"Barón", como se lo apoda, es el fundador de Barón Náutica, empresa que desde 1975 se dedica a la venta de accesorios y equipamiento náutico para todas las embarcaciones y es una de las marcas más importantes y de prestigio en la actividad con sucursales en varias ciudades.

- ¿Cómo empezaste a navegar?

-Mi padre desde chico me llevó al club porque él navegaba muy bien. Yo ni recuerdo, pero ya a los 8 años me llevaba en los paulinos, un emblema que ahora son el premio. Iba como acompañante, fui tripulante, después entrenaba pero no en regatas hasta que tuviera 15 años. Con ansiedad esperé a los 15 para correr en regatas y en la primera, con el número 4, gané por un metro. Para mí fue mayúsculo.

-Desde ahí no te bajaste más del barco…

-Desde ahí corrí mucho. En esa época había regatas interclubes al lago San roque Córdoba, a Bahía Blanca, Puerto Belgrano donde ganamos, Mar del Plata, Buenos Aires donde el timonel era Fernando Bravo que navegamos juntos. A los 18 años me fui a vivir a Buenos Aires y al segundo año me hice socio del Yacht Club Olivos que me ayudó e hice mi primera regata fuera del país, en Porto Alegre. En clase penguin, que es un barco escuela, corrí en el año 66 y no me fue mal, corrí el Mundial de Río de Janeiro y fue séptimo u octavo entre 70 barcos. Después fui a correr en lightning de tres personas a un Norteamericano y en el 80 volví a la clase tornado que es el original de lo que sería un nacra 17. Me compré unos de los 6 o 7 barcos que trajeron de Canadá de alto nivel.  Antes, el 79 me fui a Europa en un barco de crucero para correr regatas desde Barcelona a Puerto Pollensa en Palma de Mallorca y después corrimos otra regata importante que sale desde San Remo a una isla en el medio del Mediterráneo y se vuelve, toda una experiencia.

- ¿En qué momento te decidiste por la clase star?

Desde la década del 80 empezó mi duda a que barco dedicarme y corrí el tornado y el star, por uno debía decidirme y me decidí por el star que para dos personas es la Fórmula 1 de yachting. Es un barco que permite a personas de más de 30 años y más de 70 kilos, acá podes ir con más de 100 kilos. Cuando vos decidís ir a correr en star es que vos vas a poner la cabecita, los que se suben al star es porque ganaron en varias clases. Me atrapó, es una clase competitiva, los mejores se suben para decir soy el rey de la Fórmula 1, no es fácil. Las personas están apoyadas por el Estado, los diez primeros son apoyados, se navegaba contra esos monstruos. La primera vez fui a ver el Mundial, me gustó el barco y me lo traje.

- ¿Cuándo empezó el sueño de ser olímpico y cómo se dio?

-A partir de ese momento, después de ese Mundial que fui a ver, mi meta fueron los Juegos Olímpicos. Corría en el 84 el Preolímpico en Los Ángeles y creo que hubo un problema y no fue nadie. Después en el Preolímpico en Barcelona, fui y salto que cuando volví al mes y tuve el problema con la aorta. Antes era por zonas, para el Mundial nos juntábamos todos, eran como 80 y los 17 primeros iban. Tenía velocidad y el nivel del tripulante, que era un empleado mío, era muy bueno.

- ¿Qué fue exactamente lo que te pasó?

-Fue inesperado, no lo entendía. Por suerte, yo pregunté qué me habían operado seis meses después. Cuando me preguntaban que me hicieron yo decía no sé. De eso no me gusta hablar, fue muy fuerte, estaba en la cama, mi sensación era de aspiradora que me pegaba contra el colchón, estaba muy débil.

- ¿Qué te ayudó a salvarte y cómo retomaste la navegación?

Gracias a la preparación física tuve buena coagulación, se cerró la aneurisma y hoy puedo contarte el principio de todo esto. Estuve dos o tres años sin poder navegar, después volví a navegar despacio. Antes de eso fui siete veces campeón argentino y gané un Sudamericano. Empecé de navegar después del problema y dejé dos o tres años. Volví, tenía dudas de seguir o no, es muy costoso, creo que una vez me dieron un pasaje, dije no voy a claudicar y logré en Annapolis, Maryland en Estados Unidos en 2000 clasificarme a los Juegos Olímpicos de Sídney 2000.

Entre medio de su relato, Eduardo Farré contó un sinfín de anécdotas como cuando recorrió el Caribe o la noche que navegando una ballena le sopló muy cerca y generó un gran susto a él y quienes lo acompañaban. También, cuando en Vanuatú primero vio cómo armaban una isla y, después, se cruzó a maoríes aullando al observarlo con un amigo que caminaba “raro” apenas se bajó del barco.

- ¿Qué significa ser el atleta más longevo de Argentina en estar en un juego olímpico?

-Son cosas que se dan fortuitamente, es una representación de lo que es una constancia a alto nivel, estuve porque quería hacerlo y estar a nivel. En conclusión, fui el de mayor edad, es una genialidad poder decirlo. Es una satisfacción, de navegar en paulinos desde chiquito a estar en el top de lo que considero la Fórmula 1 y ahora lo sacaron. Fue un premio a la constancia y a la capacidad.

- ¿Qué fue ser un atleta olímpico?

-Uno no deja de ser olímpico, lo es siempre. El haber convivido en una sede es mucho, uno siente que está conviviendo mutuamente con un nivel de lo mejor del mundo que te rodea, miras a todos los atletas y están todos contentos cuando empieza y luego se van entristeciendo. En la previa están todos alegres, contentos, es como algo químico, hay euforia, se siente y es único, agradable y atrapante al que se quiere volver porque sabe que es único. Un juego olímpico es sinónimo a realización, me cabe esa palabra, estar en el top del deporte si uno es deportista. Una buena parte del mundo quisiera estar ahí y llegué, no tan joven, pero estuve.

- ¿Seguís navegando?

-Sí, hoy salvo por cuarentena, sigo navegando con 77 años. Hago gimnasia, me cuido del peso y si hay mucho viento no navego. Para salir como un pibe para mostrarse ya no, en Sídney 2000 en una regata soplaba 50 kilómetros por hora y hacer esa bahía navegando no me lo olvido más. Hoy salir ya no porque ya lo hice y una vez me hundí. No dejo de navegar, no pretendo vender el barco y estoy ahí para cambiarlo por uno más nuevo, siempre pensando para adelante.