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Transformar en arte el dolor

En agosto, el Salón de Angelina, el grupo de danza que coordina la profesora Sol Altolaguirre, volvió a las pistas tras el cimbronazo de la partida de Mariano Reyloba —víctima del Covid-19, a los 48 años—, su pareja y un pilar fundamental para las bailarinas, a quienes siempre acompañaba. 

Como no podía ser de otra manera, el regreso desbordó de emoción y el arduo trabajo en ensayos y producción dio frutos con 16 medallas obtenidas en una competencia internacional que tuvo lugar en el Teatro Metropolitano de Rosario. 

“Todas mis alumnas y sus familias sufren a mi par la pérdida de Mariano y todas las coreos fueran bailadas para él”, contó Altolaguirre, que para la ocasión invitó a una joven bailarina con quien compartía de forma especial la tristeza por la partida de un ser querido en manos del coronavirus. 

Luna Almada, a pocos días de cumplir 15 años, viajó con el grupo para presentar una coreografía en formato solista: un baile para su papá, Mauricio Almada, el comisario sampedrino que se desempeñaba en Ramallo y que falleció producto de las complicaciones que le acarreó el Covid-19, a los 45 años.

Luna se destacó con una coreo propia de reggaeton y ganó una medalla de oro, que le dedicó a su "ángel azul". "Fue duro para ella porque está haciendo un duelo muy grande. A veces ensayaba y se quebraba, no podía seguir", relató su mamá, Analía. Su papá, con quien tantas veces había grabado videos bailando, había soñado con ese momento. 

En la compentencia, Sol Altolaguirre, y sus hijas Reyna y Malena también tuvieron su momento para brillar. “Male bailó su primera coreo, que se llama ‘Bailando para papá’, subió sola y fue una princesa", dijo Altolaguirre y concluyó emocionada: "Esta función fue un mimo al alma". 

Más de 15 bailarinas fueron parte de la delegación sampedrina, que logró el pase a una instancia final que tendrá lugar en Brasil. Fue el resultado del trabajo de talentosas artistas que lograron sobreponerse al dolor y transformarlo en movimiento, fuerza y belleza. Los ojos de Mariano y Mauricio las miran, para siempre, desde la primera fila.