Barrio Las Canaletas
Las cuatro estaciones se confunden con el ir y venir de aquellos que lo vieron crecer y con el canto constante de las aguas que bajan desde el Paraná a unos cuantos kilómetros arriba en la conocida Boca del Tordillo.
Referentes como el Rancho de Aurora; Renón Chingolo Almada; Ángel Fasce, Mandraccio, Mosteiro; Letiche, Martínez Sobrado, Cinegalle, Genoud; Castagnola, D'Estéfano, Graviotti, Pujol y Antonio Grande son sólo algunos de los apellidos con historia en el pintoresco barrio que creció al ritmo de la pesca y el juego comercial con la naturaleza.
El puerto natural fue la actividad que se desarrollaba antes de que el siglo XX asomara su nariz trayendo tecnología, oportunidades, crecimiento, pero también despidos y olvidos.
Sobre las barrancas grandes galpones donde se acopiaba el cereal en bolsas de 60 kilos, algunos cerrados y otros a cielo abierto. Desde estas instalaciones hasta el riacho, largas canaletas (bastidores construidos con madera), permitían la llegada de los sacos de cereal hasta los barcos cargueros amarrados en los muelles.
El tiempo dejó aquel polo productivo y trasladó la terminal fluvial al otro extremo de la desembocadura del Paraná, pero allí quedó la pujanza de la cultura del trabajo y las casas de adobe que aún se conservan de las garras del "progreso".
La palabra: Canaleta.
Eran bastidores tipo tobogán dónde se colocaban bolsas de arpillera humedecidas con aceite de lino y kerosén. Allí apoyaban los sacos de cereal para que pudieran deslizarse llegando hasta el final del recorrido que terminaba en los lanchones ubicados en el riacho.
No sólo los galpones para el acopio del cereal estaban sobre las crestas de las barrancas, también los talleres de herrería, qué eran los responsables de arreglar todo tipo de desperfecto, desde la rotura de las bolsas por algún desprendimiento de astilla hasta las canaletas mismas.
Cada "canaleta" tenía su dueño quien, por lo general, lo era también de un galpón y entre estos figuraban Martinez Sobrado una tradicional familia que se transformó en una de las mayores comercializadoras de granos, cuyo ducto fue el último en desaparecer.
Los barcos que llegaban hasta el riacho, luego de ser cargados eran llevados desde este lugar remolcados hasta el Paraná y debían hacer trasbordo porque no había calado para que entraran los buques de ultramar que tenían por destino Montevideo o Paraguay.
La tripulación de estos barcos que llegaban desde La Boca eran italianos y por eso este es un barrio marcado por esta descendencia llegando hasta los tataranietos a quienes les toca defender el inconfundible vivir de “Las Canaletas”.
En Canaletas no sólo se concretaba la actividad de exportación sino que también llegaba mercadería traída por los barcos, depositada en un muelle y desde el lugar en una zorra empujada a mano se arrimaba hasta el galpón de "La Comercial" ubicado sobre las barrancas, que fue desapareciendo con la llegada del ferrocarril como tantas otros referentes históricos.
En aquél entonces el riacho no tenía corriente, se conectaba con la laguna de Celis, tampoco ofrecía salida directa al Paraná hasta que se abrió el canal El Tordillo, dando paso a la gran correntada que se observa hoy en día, haciéndolo muy peligroso para nadar si no se toman los recaudos suficientes. Muchos recuerdan que el riacho fue dragado en 1927 por falta de calado, pero con los antiguos sistemas de balde.
San Pedro estaba cambiando y exigía estar a la altura de las circunstancias, de a poco reparticiones oficiales, bancos, comercios apresuraban el camino hacia esa transformación necesaria, cruel y profunda que terminaría con el puerto Canaletas y daría paso a uno nuevo ubicado en la otra punta de la laguna para cumplir con las exigencias de exportación del mercado. Es así que poco a poco ya no se habló del puerto Canaletas, pero el murmullo constante de aquellos que aman el barrio sumado a las riquezas naturales son un imán poderoso que atrae y arrima a sus costas, buscando anécdotas, historias que no se llevaron los marinos italianos y que sí quedaron plasmadas en el mural realizado por el artista plástico Juan Jose D´Estéfano, en los versos de Aurora López y en el corazón de cada una de las familias que sienten orgullo de pertenecer al barrio.
Su gente vive de la pesca artesanal, de la apicultura, de alguna que otra escobería y de los pocos astilleros que se esfuerzan por sobrevivir y no desaparecer.
Hoy con el esfuerzo de algunos padres han logrado tener su propia Escuela de Canotaje, dónde muchos niños y jóvenes alejados de la calle encuentran en este deporte un lugar para volcar toda la adrenalina que los caracteriza, estimulando a través de los triunfos acumulados a sus padres a seguir firmes en la lucha.
También cuenta con una escuelita de arte, ubicada en el Espacio Cultural El Viejo Astillero, allí no hay edad para modelar la arcilla que el río generoso les ofrece. Grandes y chicos amasan y amasan hasta lograr el punto perfecto para lograr la pieza soñada. Un barrio que creció y tiene identidad propia.