"Me lo contaron mis abuelos": historias y anécdotas que recopiló la Sociedad Italiana
La Sociedad Italiana de San Pedro lanzó la convocatoria "Me lo contaron mis abuelos", una actividad que propone recopilar diferentes relatos, anécdotas e historias de abuelos de todas partes del mundo. Podés leerlas todas en su página de Facebook, pero acá te compartimos algunas:
La vuelta a casa, por Mariana Germaná
Mi abuelo, Francisco Germaná, nació en San Piero Patti-Sicilia. Me contó que cuando estaba en la Segunda Guerra Mundial en 1943, su compañero de la compañía militar, vivía cerca de su casa y cuando le daban licencia para visitar a la familia, su esposa Basilia, le mandaba cigarrillos y comida. Un día, cuando el compañero se iba, Francisco también volvía a su casa, en el camino desembarcó una flota de soldados y fusilaron al compañero. El siguió un poco caminando y otro poco a dedo, hasta que vio cuando un camión pasó por un puente y explotó una mina, el camión voló por los aires. Luego otro camión militar lo levanto y el chofer quería hacer desaparecer el vehículo tirándolo por un precipicio y así poder escapar los dos, pero él no quiso porque era muy riesgoso, tenía una familia que lo estaba esperando y siguió solo.
Gran amor, por Raquel Pietrobelli (Resistencia, Chaco)
Miro el retrato de los abuelos…No puedo evitar que una pátina de nostalgia me nuble la vista. Es ovalado, de grueso marco de cedro, y está retocado a mano.
Mi nonna Helvecia, con su trajecito de seda rosado…y su eterno collar de perlas… Y mi nonno Giancarlo, de porte señorial y mirada desafiante, venido a los diez años a la Argentina, huyendo de la cruenta guerra. Era de Prato, La Toscana .
La nonna nos contaba siempre su hermosa historia, entre suspiros y miradas húmedas.
Ella era una muchachita humilde, de Corrientes, y toda su familia trabajaba para mi abuelo.
Cuando él se quedó viudo, fue ineludible el amor que surgió entre ellos. Él era casado, mayor, de una diferente escala social… La oposición de la familia fue unánime.
Mi abuela abandonó su hogar, para responder a este amor.
Tuvieron un largo romance, de más de cincuenta años. Y diez hijos que coronaron su historia…
¿Hace falta más?, por Iris Madau
Mis abuelos maternos nacieron en un pueblo pequeño rodeado de montañas, ella la mayor de 12 hermanos, medio madre de los más pequeños; tan así que si salían, ella lo hacía con dos pequeñines colgados a cada lado del delantal.
El partió a hacer el servicio a la patria, y cuando volvió, en 1912, le dijo:
MIRIM, se acerca una gran guerra, no quiero estar más bajo bandera. Me voy a América.
Ella lo despidió llorando, y luego se propuso seguirlo, tan así que llegó a Argentina, y se casaron en la Catedral de Buenos Aires, El 10 de octubre de 1914. En 1915 nació mi madre, y MIRIM lavando y planchando para afuera consiguió el adelanto para un terreno.
Para qué seguir repitiendo lo que tantas tanas, gallegas, turcas, hicieron por igual.
Ahora vemos el empoderamiento femenino y nos maravillamos,
Son las descendientes de aquellas luchadoras
¿Hace falta más?
Detrás de su amor, por Olga Fausón (9 de Julio, Buenos Aires)
Julia vivía con sus padres y sus hermanos en Gravedona, a orillas del lago de Como. De día cuidaba las pocas vacas que tenían su papá.
A la tarde, cuando regresaba, iba al salón de baile a encontrarse con otros jóvenes de su edad.
Un día llegó desde América un amigo de su papá. Cuando Julia lo vio se enamoró. Lo mismo le pasó a Antonio El tenía la edad de su padre y ella solo 19 años. Nada los detuvo. Antonio regresaba en pocos días y decidieron casarse. La mamá de ella desconsolada le decía: Algún día te vas a arrepentir
Nada los detuvo. Se embarcaron y al llegar Antonio la llevó a vivir al campo
¡Cuanto extrañó! Del lago y las montañas a la inmensa pampa
Muchas veces, cuando escribía a su familia, mojaba con sus lágrimas el papel y debía comenzar de nuevo.
Recuerdos, por Silvia Vázquez
Castillo nos avisaba. Golpeaba el portón de atrás para decirnos que iban a aparecer los guardias civiles a derribar la puerta. Buscaban a mi padre que había escapado a Argentina ante el aviso de su amigo el cura.
Entraban a revisar. Mis siete hermanos y yo, escondidos detrás de mamá, temblábamos de miedo.
Papá había tenido que huir. Era el primero en la lista del Generalísimo para ser fusilado por rebelde. Volvió 12 años más tarde, a morir en casa.
Sobrevivimos. Jamás pasamos hambre. Todo se cultivaba menos el azúcar y el arroz. Todo se vendía en las “feiras”. Algunos cambiaban maíz, nosotros no teníamos.
Hoy, sentada en mi casa, a miles de kilómetros de aquella de ocho habitaciones, miro en la tele las bellezas gallegas, las mismas que no disfruté.
Pasaron muchos años de aquellas patadas en la puerta de madera.
Es fin de año, vienen a mi cabeza todos los instantes vividos. Ya es hora de tomarlos como lo que son, recuerdos y nada más.
Tomo un café. Enciendo la tele y vuelvo a poner el canal de Galicia. Son míos los recuerdos, sólo míos…
Ancentros turcos, por Virginia María Amado (La Plata, Buenos Aires)
Tuve un abuelo muy querido. Desde que nací lo sentí a mi lado siempre, ya que vivió en casa hasta que partió y lo despedí con mi dolor de veinte años.
El abuelo José, que traía en sus ojos el color del mar, transparente y turquesa del mar, venía como todos los inmigrantes con una historia melancólica.
José, que decía llamarse Ali Handem, había nacido en Constantinopla, hoy Estambul. Contó que pasaba muchas horas en soledad, mirando las costas del Mar Negro, hasta sus dieciocho años que viajó a Argentina como polizón.
Formó una familia con mi abuela criolla de la que nacieron cuatro hijos, el menor, mi padre.
Amo los aromas, los colores, los arcos ojivales, los mares, puentes, historias y la música oriental.
Todo me hace desear conocer Turquía, que es esencia nuestra; sus mezquitas, su idioma y civilización y así lo imagino y lo vivencio.
La araña del Colón, por la familia Vidal
Granmá para nosotros, sus nietos, pero Alicia Elizabet Durand Lavoux decía su DNI.
Su papá Pierre y su mamá Joséphine habían nacido en Francia.
La vida los había llevado a vivir a París.
Ella era una experta bordadora; él aprendió el oficio de cristalero.
La Primera Guerra Mundial los encontró iniciando una hermosa familia.
La invasión alemana los forzó a huir. Se mantuvieron escondidos y protegidos entre los soldados de la Resistencia.
Escaparon embarcándose en el Devon y llegaron a América después de un penoso viaje.
Allí nacieron sus cinco hijos. Vivieron en el barrio porteño de Flores.
Alicia y Bernardo se conocieron muy jóvenes, se casaron y vinieron a vivir a San Pedro.
Un día, Granmá nos contó, con mucho orgullo, que la inmensa lámpara del Teatro Colón, fue concebida en la fábrica que el bisabuelo instalara cuando Buenos Aires los acogió para iniciar una nueva vida llena de esperanzas